La nariz humana se enfrenta a cientos de miles de esencias cada día mientras permanece anclada en el centro de nuestra cara. Algunos de esos olores son casi idénticos, por lo que es difícil aprender a encontrar los que son críticos. Si algo malo nos ocurre, la nariz comienza un rápido aprendizaje que puede salvarnos la vida en futuras ocasiones.
Una investigación cuyos datos han aparecido publicados recientemente demuestra que una única experiencia negativa asociada a un olor nos enseña rápidamente a identificar ese olor y discriminarlo de otros similares. Según los autores, es evolutivo. Nos ayuda a aumentar nuestra sensibilidad para detectar algo que es importante para nuestra supervivencia en un océano de información. Nos avisa de que hay algo peligroso y debemos prestar atención a ello.
En el estudio, los sujetos fueron expuestos a pares de olores que eran casi idénticos en su composición química y perceptiblemente indistinguibles. Los voluntarios recibían una descarga eléctrica cuando eran expuestos a una de las esencias, pero no cuando olían a la otra similar.
Tras recibir la descarga, los sujetos aprendían a discriminar entre las dos fragancias parecidas. Esto ilustra el tremendo poder del olfato humano para aprender a oler desde la experiencia emocional. Los olores que al principio eran imposibles de distinguir, se convertían en fáciles de identificar si eran seguidos de un efecto aversivo.
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